La investigación está hecha en ratas, por fortuna, pero los humanos tenemos una estructura muy similar. Por lo que respecta al riesgo, y a la falta de él, no suele haber gran diferencia entre tener dos patas o cuatro.
La mayor parte de las personas tienen aversión al riesgo. Prefieren un sueldo fijo a un emolumento incierto, incluso si el segundo supone mayores ingresos a la larga. También prefieren no tirarse en paracaídas si pueden evitarlo, renunciando de mil amores a la seducción romántica del vértigo y la adrenalina. Y no experimentar con situaciones, posturas o sustancias que carezcan de las debidas garantías. Somos una especie de cobardes, o al menos eso pensará la minoría que se alimenta del riesgo. Los determinantes genéticos del riesgo están bastante bien descritos.
Tiene sentido que adoptar riesgos, o no hacerlo, se localice en esa trampa darwiniana que llevamos puesta de serie en el cerebro. Pensadlo mientras hacéis los deberes para casa.
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